domingo, 26 de junho de 2016

Mensaje de Dios Padre, dado al mundo a través de Sor Eugenia Elisabetta Ravasio

Mensaje de Dios Padre, dado al mundo a través de Sor Eugenia Elisabetta Ravasio
1o Fascículo parte A
1o de Julio de 1932
Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
¡He aquí finalmente el día para siempre bendito de la promesa del Padre Celestial!
Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca, muy cerca de la llegada del Padre mío y Padre de todos los hombres.
¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías espirituales! ¡Tengo sed de oírlo y de verlo!
Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande que he podido constatar que hasta ahora no había estado tan confiada con nadie.
Pensar en mi Padre me lanzaba en una loca alegría.
¡Finalmente cánticos comienzan a oírse! ¡Algunos ángeles vienen y me anuncian la feliz llegada! Sus cantos son tan bellos que me propuse de transcribirlos apenas posible.
Esta armonía cesó por un instante y he aquí el cortejo de elegidos, de querubines y de serafines, con Dios nuestro Creador Padre nuestro.
Postrada, con el rostro en el suelo, hundida en mi nada, recité el Magníficat. Enseguida el Padre me dijo que me sentara con El para escribir lo que había decidido decirle a los hombres.
Toda la corte que lo había acompañado desapareció. El Padre se quedó solo conmigo y antes de sentarse me dijo:
¡Te lo dije ya y te lo repito: no puedo donar una vez más a mi Hijo predilecto para demostrarles a los hombres mi amor! Ahora es para amarlos y para que conozcan este amor que yo vengo en medio de ellos, tomando el aspecto y semejanza, y la pobreza.
Mira, ¡pongo en el suelo mi corona y toda mi gloria para tomar la actitud de un hombre común!"
Después de haber tomado la actitud de un hombre común poniendo su corona y su gloria a sus pies, puso el globo del mundo sobre su corazón, sosteniéndolo con la mano izquierda, y se sentó junto a mí. ¡Puedo sólo decir algunas palabras, ya sea sobre su llegada y sobre la actitud que se dignó asumir, ya sea sobre su amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para expresar lo que El me hizo entender.
"¡Paz y salvación,  dijo, para ésta casa y para el mundo entero! ¡Que mi potencia, mi amor y mi Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia la salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!
Que mi Vicario Pío XI comprenda que estos días son días de salvación y de bendición. Que no se deje escapar la oportunidad de llamar la atención de los hijos hacia el Padre, que viene para darles el bien en esta vida y para prepararles la felicidad eterna.
Escogí este día para iniciar mi obra entre los hombres porque es la fiesta de la Sangre Preciosa de mi hijo Jesús. Tengo la intención de bañar con esta sangre la obra que estoy iniciando, para que de grandes frutos para la humanidad entera".
He aquí el verdadero objeto de mi venida:
1) - Vengo para eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí, y para hacerles comprender que mi alegría está en ser conocido y amado por mis hijos, es decir, por toda la humanidad presente y futura.
2) - Vengo para traerles la esperanza a los hombres y a las naciones. ¡Cuántos la han perdido desde hace mucho tiempo! Esta esperanza les hará vivir en paz y con seguridad, trabajando para la salvación.
3) - Vengo para hacerme conocer así como soy. Para que la confianza de los hombres aumente contemporáneamente con el amor hacia mí, el Padre, que tiene una sola preocupación: velar sobre todos los hombres, y amarlos como hijos.
El pintor se deleita contemplando el cuadro que pintó; ¡Así mismo yo me complazco, me alegro, viniendo en medio de los hombres, obra maestra de mi creación!
El tiempo apremia. Quiero que el hombre sepa lo más pronto posible que lo amo y que siento la más grande felicidad estando con el, como un Padre con sus hijos.
Yo soy el Eterno y cuando vivía solo ya había pensado en usar toda mi potencia para crear seres a mi imagen y semejanza. Pero se necesitaba primero la creación material para que estos seres pudieran encontrar su apoyo: entonces fue la creación del mundo. Lo llenaba con todo lo que yo sabia que era necesario para los hombres: el aire, el sol y la lluvia, y muchas otras cosas que yo sabía que eran necesarias para sus vidas.
¡Al final, la creación del hombre! Me complací de mi obra. El hombre comete pecados, pero es entonces cuando, justamente, se manifiesta mi bondad infinita. Para vivir entre los hombres creé y escogí, en el Antiguo Testamento, a los profetas, a quienes comuniqué mis deseos, mis penas y mis alegrías, para que los transmitieran a todos.
Más crecía el mal y más mi bondad me apremiaba a comunicarme con las almas justas para que transmitieran mis órdenes a los que causaban desórdenes. Y así, a veces, tuve que usar la severidad para reprenderlos, no para castigarlos - porque eso habría hecho sólo mal - para alejarlos del vicio y dirigirlos hacia el Padre y Creador, a quien, ingratamente, habían olvidado y desconocido. Más tarde el mal sumergió tanto el corazón de los hombres que me vi obligado a enviar plagas al mundo para que el hombre se purificara por medio del sufrimiento, la destrucción de sus bienes y hasta la pérdida de la vida: fue el diluvio, la destrucción de Sodoma y de Gomorra, las guerras del hombre contra el hombre, etc.
Siempre he querido quedarme en este mundo entre los hombres. Y así, durante el diluvio estaba cerca de Noé, el único justo de ese entonces. También durante las otras plagas encontré siempre un justo con el cual morar y, a través de el, viví en medio de los hombres de aquel tiempo, y así fue siempre.
El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por mi infinita bondad hacia la humanidad. Y entonces continuaba a escoger algunas almas en las cuales me complacía para que, por medio de ellas, pudiera deleitarme con mis criaturas, los hombres.
Le prometí al mundo el Mesías. ¡Qué no he hecho para preparar su venida, mostrándome en las figuras que lo representaban hasta mil y mil años antes de su venida!
Porque, ¿Quién es este Mesías? ¿De dónde viene? ¿Qué hará en la tierra? ¿Quién viene a representar?
El Mesías es Dios.
- ¿Quién es Dios? Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
- ¿De dónde viene, o mejor dicho, quién le ordenó venir en medio de los hombres? Yo, su Padre, Dios.
- ¿A quién representará en la tierra? A su Padre, Dios.
- ¿Qué hará en la tierra? Hará conocer y amar al Padre, Dios.
- ¿No dijo?:
"¿No sabéis que es necesario que me ocupe de las cosas del Padre mío?" ("¿nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse?" S. Lucas, c. 2 v. 49). "He venido sólo para hacer la voluntad del Padre mío" "Todo lo que pediréis al Padre mío en mi nombre os lo concederé" "Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos..."LEER...